martes, 30 de septiembre de 2014

TENGO UNA ENFERMEDAD TERMINAL


Me pregunto qué concepción tendría de la vida si padeciese una enfermedad terminal. Supongo que, como muchos, saborearía cada instante y exprimiría cada minuto. Acabaría todo aquello que dejé a medias, todo aquello que realmente merecía la pena. Pediría disculpas a todas las personas a las que he hecho daño. Redimiría mis malas acciones y zanjaría asuntos pendientes con mi conciencia. Probaría cosas nuevas, dejaría que mi cuerpo experimentase. Leería todos aquellos libros que dejé pendientes. Conocería a gente nueva, me dejaría llevar... pero ante todo buscaría la manera de estar en paz conmigo mismo.

No nos damos cuenta. No nos damos cuenta de que todos y cada uno de nosotros padecemos una misma enfermedad terminal: la vida. La vida siempre nos lleva a la muerte, sin excepción alguna. Puede que lo haga en una hora, en un mes, en un año... pero siempre lo hace. No quiero que llegues al final del camino preguntándote si has hecho lo correcto; quiero que lo sepas con certeza. Conoce, pide perdón, disfruta, experimenta... sobre todo no te avergüences de tu conciencia; siente haber aprovechado tu tiempo.
¿De qué sirve llorar? El llanto es el peor defecto del ser humano. Ojalá pudiéramos prescindir de él, pero somos débiles; es algo inevitable. Odio sentirme deprimido, me da asco, aunque puedo reconocer que aprendo de ello. El caso es que siempre hemos de seguir caminando por esta carretera del desierto; si nos detenemos nunca llegaremos al pozo y moriremos por deshidratación.
Sigue caminando, corre, vuela... Exprime el tiempo que te queda, porque te aseguro que esta enfermedad terminal va a matarte... ojalá pudieras darte cuenta.

¡Siento si os he preocupado con el título!



miércoles, 24 de septiembre de 2014

EN ESTADO FEBRIL

En estado febril la realidad se distorsiona. El dolor de huesos copula con el ardor de cabeza dando paso a un sinfín de pesadillas que  continúan cuando despiertas en forma de alucinaciones. La luz confunde igual que la oscuridad. Puedes ver formas extrañas rodeándote y sientes un extraño miedo que brota de tu frente igual que el sudor frío.
Odio enfermar, me siento débil y contagioso. El dolor de cuello no me deja tragar saliva y la fiebre hace que tenga frío cuando hace calor. Mi cuerpo está helado pero mis poros emanan sudor.
Es una sensación agobiante, delirante, desquiciante... Te hace desear el coma a tal de dejar de pensar en esta escalofriante agonía.
Si ya pierdo las ganas por la fiebre no quiero imaginar cómo me sentiría si padeciera alguna enfermedad terminal, como un cáncer que ha desarrollado metástasis y que no ha sido detectado a tiempo. Eso sí que es jodido, así que voy a dejar de quejarme y doy paso a la despedida, esta vez con unas estrofas de un antipoeta, uno de los grandes de Chile.

Moscas en la mierda

''Al señor - al turista - al revolucionario
me gustaría hacerles una sola pregunta:
¿alguna vez vieron una nube de moscas
revolotear en torno a una plasta de mierda
aterrizar y trabajar en la mierda?
¿han visto moscas alguna vez en la mierda?

porque yo nací y me crié con las moscas
en una casa rodeada de mierda''

-Nicanor Parra

domingo, 21 de septiembre de 2014

EL PRECIO DE UNA PERSONA

Me pregunto cual es el precio de una vida. ¿De verdad hay personas que valen más que otras? Supongo que sí, o al menos así lo creo yo. Nadie puede determinar tu valor, eso tan solo puedes hacerlo tú mismo. 
Las mentiras, los engaños, las traiciones... todo eso te convierte en un ser despreciable, porque es lo que hace que no estés bien contigo mismo. Cuanto más pienso en las personas más extrañas me parecen. Me pregunto por qué Dios -o quien quiera que sea- quiso hacernos así, tan complicados y tan instintivos a la vez.
Si haces algo con lo que no te sientas bien, si te contradices y comienzas una batalla contigo mismo, arrepiéntete. Comienza de nuevo. 
He hecho daño, he mentido, he sido alguien diferente a mí. Me arrepiento. Quiero que mi alma tenga algún valor. Quiero estar en paz conmigo mismo. Quiero ser quien realmente soy, pero la mayoría de las veces es demasiado complicado. Siempre hay que seguir hacia delante, aprendiendo de los errores y esforzándote para no recaer en ellos, siendo tú mismo sin dejarse influenciar. Eso te convertirá en alguien digno, en alguien digno de merecer esta vida. 
Somos tan estúpidos... Tenemos el mayor regalo del universo: la vida. Y no obstante la desperdiciamos, la despreciamos y la maldecimos. 
Hay que valorar lo que se tiene, porque siempre llega aquel día en el que se acaba... Ojalá no hubiera cometido tantos errores, porque los errores nos roban las partes más importantes de nuestra vida. Pero hay que ser fuerte, hay que seguir hacia delante sin preocuparse tanto por el porqué... Tan solo por el cómo, por si estas actuando como realmente quisieras actuar. Eso te convertirá en una persona superior, en una persona con valor. En alguien que se quita de encima el lastre del arrepentimiento; no porque quiera, si no porque no lo necesita.

jueves, 18 de septiembre de 2014

MOTORES Y CORAZONES

La sangre debe enfriarse. La noto corriendo por mis venas a más de ciento treinta pulsaciones por minuto. Las personas somos motores: si nos pasamos de revoluciones, ardemos. La sangre debe enfriarse, y nuestro único refrigerante es el tiempo. 
Corre, corre, corre y no puede frenar. Desesperada y furiosa sobrealimenta mi cerebro y no me deja pensar con claridad. Más vale dejar de intentarlo, desconectar las neuronas y dejarse llevar. Después de tomar una decisión lo más probable es que te arrepientas. No te preguntes el por qué, ni se te ocurra preguntarte el por qué. Recuerda que tomaste la decisión por algo, no importa lo que quiera que fuese; tú tan solo has de ser coherente y firme con lo que comienzas.
Los cambios son difíciles, son extraños, son atemorizadores... pero si no hubiera cambios nuestra vida seria un estanque, no avanzaría. Y una vida en punto muerto no es una vida. Sería como encender el motor y no arrancar, como quedarse en la acera gastando combustible.
Hay que reincorporarse a la carretera, conducir con precaución cuando fallen los neumáticos o los faros y continuar por esta autopista al infierno hasta que se averíe e inutilice aquel motor al que llamamos corazón.

Siento haberos hecho extrapolar tanto. Doy por terminada la breve entrada de hoy con una frase que escribí no quiero recordar cuándo.

''Los cambios forman parte de la vida. La vida forma parte de un constante cambio''

lunes, 15 de septiembre de 2014

LO QUE SE ESCONDE TRAS LOS OJOS

Los ojos son extraños. Si lo piensas en frío no es más que un órgano que nos permite ver; un órgano formado por córnea, iris, pupila y otras muchas partes que no quiero recordar, como el canal hialoideo. Pero lo que realmente me fascina de los ojos es la cantidad de sentimientos que albergan tras de sí. 
Hay todo tipo de ojos; ojos de miedo, ojos de sinceridad, ojos de vergüenza, ojos de ira, ojos de lujuria, ojos de mentira, ojos de soberbia... Incluso ojos de amor, hoy día los más difíciles de encontrar. Yo puedo verlo, puedo saber qué sientes observando tu mirada. Puedo ver tu mentira y tu vergüenza. Puedo ver tu pasión y puedo dejarme llevar por el desquiciante laberinto de tu mirada. 
Tengo miedo, miedo a que mis ojos me delaten... Ojalá pudiera esconderlos siempre tras unas gafas de culo de botella tintadas en negro. No quiero que me delaten porque tendré que dejarme llevar por mis sentimientos, aquellos tan censurados en esta sociedad... Somos pasionales, somos racionales; somos una mezcla entre dios y animal... Somos engendros, e intentamos disimular nuestra naturaleza tras una ensayada cordura, plagada de convencionalismos. 
Estoy seguro de que si todos nos miráramos a los ojos esta repugnante, asfixiante y delirante vida sería descabelladamente bella.
Os preguntaréis a qué viene tanto ojo -o quizá no os importe lo más mínimo-; el caso es que llevaba ya tiempo planteando esta entrada, hasta que hoy me he lanzado a desgastar la mina de mi lápiz inspirado por un video que me ha sorprendido, aunque ya conociera lo que se explicaba en él.


Puede que os parezca una mera mariconada, o puede que os guste... La verdad, me es indiferente.

domingo, 14 de septiembre de 2014

MENTIRAS BAJO JURAMENTO

Es curioso ver cuánto engañan las personas. Una mentira, otra; una más. Así sucesivamente, sin remordimientos. Como un mecanismo arraigado a nuestro cerebro, como un sistema informático que va mejorando año tras año, día tras día. Estoy harto, siento que me va a explotar la cabeza. Como un martillo que va rebotando y reventando a golpes mi cráneo, como un virus en mi pensamiento que aniquila mis ganas de amor. Sería un hipócrita si os dijera que nunca miento, igual que si vosotros lo hicierais. Sé que a veces hay que mentir por complacencia, o quizá por respeto; de todos modos siento un aguijón en mi cabeza que me dice <<di la verdad, no seas cobarde>>. Pero somos débiles y necesitamos las mentiras para poder ''vivir en paz'', por así decirlo.
Hay mentiras que duelen todavía más: aquellas que se llevan a cabo bajo juramento. Jurar es algo serio, aunque parece que, por desgracia, la mayoría de la gente no puede verlo. Eso es lo que verdaderamente me saca de quicio, lo que hace que sienta que me va a explotar la cabeza. Eso es traición. Eso es engaño. Pero no importa, hay que seguir siempre hacia adelante... La esperanza es lo último que se pierde, ¿no? Eso espero. Refugiarse en el pasado es una tortura. Te hace todavía más débil y te arrebata las otras dos partes de la vida: el presente, cargado de emociones, y el futuro, cargado de sueños. Sé fuerte, perdona tus mentiras y las de los demás e intenta continuar hacia delante con un poco de decencia, la poca que te queda y que podrá convertirte en alguien más fuerte.
Y es que lo que más duele en esta perra vida es que nos mientan; que nos dejen saborear el aroma de los sueños para que después nos lo quiten de los dientes. Pero hay que seguir hacia delante, confiando o no en los que te rodean, siempre creyendo en lo que de verdad sientes y nunca dejándote engañar por la mezquindad del ''maravilloso'' ser humano.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

EN UN BAR DEL INFIERNO

He pasado gran parte de la noche en un pub de la zona, tomando uno o dos pares de cervezas. Necesitaba relajarme, supongo, o quizá tan solo quería salir a tomar el aire en el interior de un antro subterráneo. Me he ido encontrando a bastantes conocidos, y todos tenían su opinión sobre este blog. Uno me dijo que le gustó bastante, otro que estaba loco, otro no creía posible que yo escribiera un blog, otro no creía posible que yo escribiera este blog y así sucesivamente... Todo críticas; algunas positivas, otras negativas, pero todo críticas: opiniones. Cada una distinta, y es que no hay dos personas iguales. A mí no me importa que me insultes a mí y a mi blog, no me desmoralizará en absoluto. Prefiero que seas sincero y que no lo leas si no te gusta, de verdad. Respeto la opinión, aunque en ocasiones no me importe lo más mínimo. Escribo lo que me gusta y como me gusta, y si veo que alguna crítica puede ayudarme a mejorar en lo mío la tomaré en cuenta. 
En fin, me estoy yendo por las ramas. Lo que quería decir desde el principio es que no he escrito durante dos días porque me he visto invadido por la desesperación, sin fuerzas ni inspiración. Así que he pensado que lo mejor sería recordar los viejos tiempos -no me preguntéis por qué-, y la mejor manera de hacerlo es publicando un relato que escribí hace dos años y que he estado mejorando. No es mi favorito, de hecho creo que está poco logrado, pero ahí va:


<<En aquella sociedad no estaba bien visto tratar a un oficial de aquella manera tan vulgar. Supongo que por eso mismo acepté la sentencia, aunque en el fondo sabía que no era del todo justa.

Mi rango para entonces era el de cabo, nada más que un pelele en aquel repugnante  y poco moral ejército.  Fui degradado al puesto de empalador. Era un oficio desquiciante, que consistía básicamente en clavar todo tipo de extremidades en mástiles de madera y colocarlos alrededor de la muralla de la ciudad. Todo para atemorizar al enemigo y reducir la hostilidad del proletariado.

Pasé varios meses degollando, troceando, mutilando y despedazando cuerpos de toda clase y de toda raza humana. A cada día que pasaba mi sangre se enfriaba y mecanizaba, hasta el día en que me convertí en nada más que en una máquina carnicera.
Sesos, vísceras, intestinos, grasa… sangre y más sangre. Pero hubo un día en el que me harté y comencé a gestar en mi mente un plan maquiavélico, más bien genocida: empalar a todos y cada uno de los oficiales de aquel miserable ejército.

Amaneció nublado una mañana de un mes que no logro recordar. Tras desvanecerse las primeras nieblas, la gente comenzó a observar en lo alto de los edificios de la plaza mayor a todos los malnacidos que tanto les hicieron sufrir, sin excepción alguna.

Comenzaron a reír y a bailar sobre la sangre de aquellos seres sin alma, regocijándose y aclamando al hombre que realizó tan honorable hazaña. Nadie supo quién era.

Supongo que os preguntaréis qué fue de mí. El caso es que no podía vivir con aquel sentimiento sobre mí, con aquella culpa que vino por asesinar a tanta gente, aunque esta no fuera especialmente honrada. Así que, como ordenó mi conciencia, fui el último en empalarme, y lo hice en el mismo centro de aquella asquerosa plaza mayor. Supongo que por eso mismo estoy aquí, contándoos mi historia en este bar del infierno>>.

domingo, 7 de septiembre de 2014

EL INSOMNIO Y SUS NOCHES LOCAS


En ocasiones desperdiciar la vida es sinónimo de disfrutarla. Aquellas tonterías, aquellas risas inútiles por cosas sin trascendencia, son las que hacen que nos sintamos vivos realmente. Ayer estuve hablando sobre cómo dominar nuestra libertad, nuestras emociones... Sobre cómo tener control de nuestro cuerpo y nuestra mente. Somos humanos, y como tales no podemos controlarlo todo; es imposible. Pero sienta bien intentarlo, igual que sienta bien dejarse llevar de vez en cuando por los sentimientos y las corazonadas. 

Esta noche tenía pensado trabajar en la corrección de mi novela. No lo he hecho. He estado bebiendo y jugando a videojuegos en casa con un amigo de una y media a diez de la mañana. Después nos hemos ido a tomar un café a un bar, mientras la gente nos miraba como si fuéramos drogodependientes, cuando en realidad tan solo estábamos afectados por el sueño. Mi amigo tiene insomnio. Yo nunca he sufrido de insomnio, pero sí he pasado varios días sin dormir -tres y medio, para ser exactos-, y cuando pasas tanto tiempo despierto la realidad se distorsiona, ves y piensas las cosas de forma distinta. Dejan de importarte las cosas trascendentes, tan solo piensas en tonterías, como en el movimiento de una hoja. Puedes ver cosas extrañas, como rostros distintos en las caras de los conocidos, y la verdad es que es tan entretenido como agotador. Lo provechoso de mi trabajo es que puedo crear nuevas ideas a partir de estas experiencias, aunque no sean más que tonterías; puedo crear historias a partir de las alucinaciones y reflexiones que trae el no dormir, igual que puedo crearlas a partir de otras cosas que mucha gente llamaría inútiles. Para ellos no son más que formas o hechos irrelevantes; yo veo en ellas una mina de ideas.
Mi amigo insomne y yo pasamos muchas noches trasnochando, casi siempre vemos salir el sol. En esas largas horas se nos ocurren muchas, cientos de cosas que hacer. El otro día, por ejemplo, preparamos un bocadillo de macarrones y su sabor nos sorprendió gratamente; pensamos que lo más probable es que al hombre que creó el bocadillo de calamares se le ocurriera de la misma
forma que se nos ocurrió a nosotros. Y es que en ocasiones la locura, lo diferente, puede ser buena e innovadora. Sé que un bocadillo de macarrones no es más que una sandez, pero si algún día tienes una buena idea por la que te llamen loco no la dejes escapar. Haz caso omiso a sus palabras y no dejes que te corten las alas.

sábado, 6 de septiembre de 2014

SOBRE LA LIBERTAD

Una de las cuestiones que más me ha preocupado desde que uso la razón con sentido -o al menos eso creo- es la de la libertad. ¿Qué es la libertad? ¿A caso existe? En mi opinión, podemos hablar de dos conceptos: la libertad propiamente dicha y la libertad social.
La libertad propiamente dicha es aquella que nos permite tomar nuestras propias decisiones. Pero yo no he elegido este rostro ni estas manos, ni siquiera esta vida... ¿entonces por qué tengo que vivirla? Eso no es nuestra libertad, no somos omnipotentes; hay cosas que jamás podremos decidir, cosas como la vida, la muerte, el cuerpo o la mente. Todo sería mucho más fácil, todo sería perfecto... Pero somos humanos, no dioses, y uno de nuestros rasgos es la imperfección. Nuestra libertad se forma alrededor del libre albedrío, la habilidad de tomar nuestras propias decisiones, pero no sus consecuencias. El problema está en que esa capacidad no es perfecta, por mucha gente que así lo crea. Suele fallar, hay veces que no podemos tomar una decisión por mucho que queramos, y todo ello por una de nuestras debilidades, la más bella de todas: las emociones. Las emociones son casi incontrolables, son lo que nos otorga nuestro lado salvaje, nuestro lado animal. Un toxicómano, por mucho que quiera dejar la heroína, si encuentra una dosis lo más probable es que se la chute. Un tipo corriente, por mucho que no quiera asesinar a nadie, si tiene un revólver en la mano frente al hombre que acaba de degollar a su madre, lo más seguro es que le pegue un tiro. Somos animales, somos impulsivos, estamos dominados por nuestro lado salvaje: las emociones. Y la única manera de llegar a ser casi o totalmente libres es dominándolas a través de la templanza. Consiguiendo controlar nuestro cuerpo y nuestra mente dominaremos nuestra vida. Suena sencillo. No lo es.
Otro punto de vista de la libertad es la libertad social. Similar  a la libertad propiamente dicha y a la vez incomparable. Los humanos somos animales formados y repletos por miedos e inseguridades. Necesitamos la sociedad para sobrevivir, pero para vivir en ella hemos de vender nuestra libertad ciñéndonos a unas normas. Sigue en juego el libre albedrío, por supuesto, pero las emociones evolucionan haciéndose todavía más nocivas. Nos han enseñado que necesitamos ciertas cosas para vivir, objetos o sueños inútiles los cuales nos atan y nos atan y nos van robando la libertad. Somos perros amaestrados, y cuanto más sigamos una pauta social menos libres seremos. Debemos vivir según nuestros principios pese a que los tiempos cambien. Si no, seremos ovejas en un rebaño de locos, dominados por objetos o pensamientos intrascendentes que nos harán ceder y olvidar nuestra propia libertad. Es triste, pero necesitamos la sociedad; más bien nos gusta la sociedad. Pero no hay que comportarse como un rebaño, nunca. Vive según tus principios y serás libre, y si aun así no lo consigues será que esos principios no tienen lugar en nuestra sociedad. Lo mejor es que vayas a vivir alejado de la civilización, en algún recoveco en el que puedas ser y sentirte libre.

jueves, 4 de septiembre de 2014

HIPÓCRITAS Y REPUGNANTES

Me repugnan los hipócritas. De hecho creo que son la peor raza humana que existe. Si alguien quiere desquiciarme por completo que venga a mi casa y me llame hipócrita. No, ahora en serio, me dan mucho asco. ¿Pero qué es un hipócrita? A veces resulta difícil de detectar. Son aquellas personas que no viven según sus principios, según sus pensamientos, según su voluntad. Es aquel tipo de persona que dice que quiere ir a ayudar a los niños pobres a la India y que después se compra unos zapatos de ciento treinta euros. Es aquel tipo de persona que dice que le importa el mundo y que por eso hace el Ice Bucket Challenge, pero que en realidad lo único que quiere es que los gilipollas de sus amigos se echen unas risas viendo como se tira un cubo repleto de agua y hielos por su jodida cabeza. Es aquel tipo de persona que  en la jerga diríamos que le va el ''postureo''; gente que tiene miedo, miedo de sí mismo y de no gustar a los demás, gente que se frena y se corta las alas por seguir una pauta social; gente que ha destrozado su yo interior por ser diferentemente igual al resto de la sociedad.
Malditos hipócritas, me dan asco. Y yo también me he llegado a dar asco, porque alguna vez he caído en sus garras. Pero no os preocupéis, estad tranquilos, no es terminal. La hipocresía tiene cura: Actuar según tus principios. Y no importa que tus principios sean sodomizar cabras, no importa en absoluto. Reconócelo si te lo preguntan y te habrás librado del mayor cáncer de la sociedad. Necesitamos personas, personas reales y que no tengan miedo a reconocer una filosofía o deidad. Que no se avergüencen de ser quienes son o de hacer lo que hacen. Aquellas personas serían las más felices que hayan pisado la Tierra. Y lo más importante: podrían dormir con la conciencia tranquila por saber que no son unos jodidos y repugnantes mentirosos. 
Podría pasarme toda la tarde escribiendo sobre los hipócritas y el asco que me dan, incluyendo miles de ejemplos que conozco y que ahora pasan por mi cabeza, pero no quiero aburriros. Así que, sin más dilación, me dispongo a dar por terminada esta entrada con una frase de un puto loco llamado Einstein y mi tergiversada versión de la misma:

-El nacionalismo es una enfermedad infantil. Es el sarampión de la humanidad. Albert Einstein.

-La hipocresía es una enfermedad repugnante. Es el herpes de la humanidad. Javier Mitjans.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

TAXISTA Y PERVERTIDO

Dudo mucho que a estas bajas alturas os hayáis preguntado de dónde saco las ideas para crear personajes. Bien, no me importa, yo os lo cuento de todos modos. Taxistas, en ellos se encuentra la clave. El taxi es el método y servicio más cómodo y rentable para conocer personalidades. El problema es que siendo el joven burgués que soy, ninguno de ellos querría entablar conversación conmigo. La solución: crear un álter ego.  
Recuerdo una madrugada en la que el cansancio me llevó a parar un taxi. Puede que fueran las tres, o las cuatro, o incluso puede que las cinco, aunque carece de importancia. Monté en los asientos traseros del vehículo, y enseguida comencé a escupir mentiras y patrañas sobre mi vida: dije que trabajaba en la construcción por el momento y que siempre había querido ser pintor; que me fugué de casa a los diecisiete años y que había vuelto durante una temporada como el hijo pródigo, completamente arruinado. Entonces el señor taxista, un hombre que rozaba los cuarenta y cinco, me contó que su hermano también trabajaba en la obra, y cito: <<la zorra de su mujer le dejó y se fue con otro hombre porque a él le echaron y se quedó en el paro>>.  Después comenzó a despotricar sobre las mujeres diciendo que eran seres mezquinos y rateros, que solo buscaban de los hombres el dinero y que no deberían tener ni la mitad de los derechos que tienen. Era adultero, me dijo que engañaba a su pareja siempre que se le presentaba la ocasión, y me explicó cómo utilizar el dedo anular para hacer que una hembra quisiera mantener relaciones anales. 
Me quedé horrorizado, era repugnante; agradecedme que no quiera entrar en detalles. Ese hombre, a parte de depravado, era radicalmente misógino... odiaba con todo su ser a las mujeres. En fin, no es que aquella experiencia me agradara, más bien todo lo contrario, pero de ella saqué la idea de incluir un personaje similar en Maldita Libertad, llamado Dylan Barley. 
Estamos rodeados por extraños y mentirosos. Puede que el hombre más cuerdo sea el más loco y que el hombre más loco sea el más cuerdo. Solo depende del punto de vista. Puede que el presidente esté así de amargado porque lo único que quiere es acostarse con un transexual y puede que Bob Marley lo único que quisiera fuera tocar su música sin que nadie le molestara. Lo que quiero decir es que la mayoría de las personas no se muestran tal y como son, todo para mantener una imagen. Nuestro impulso natural se frena por los convencionalismos y las pautas sociales. Nos hemos de dar cuenta. Nos hemos de dar cuenta de que estamos rodeados por extraños y de que sería precioso poder conocernos tal y como somos. Pero es difícil, casi imposible, porque a todos nos han enseñado a cubrirnos con una máscara desde que éramos pequeñitos. 
Ojalá pudiéramos ser la mitad de sinceros que aquel taxista, porque podríamos compartir cientos de maneras de interpretar esta vida tan fría y monótona.

martes, 2 de septiembre de 2014

MALDITA LIBERTAD

Más de un año y medio. Eso es lo que me ha llevado terminar mi primera novela. Horas y horas de ojos rojos frente a una pantalla repleta de caracteres desmoralizadores. No importa tener un día bueno, al siguiente tu trabajo te parecerá una mierda. Has de ir conquistando terreno, ganando confianza en ti mismo y dejar de pensar en qué le gustaría leer a la gente. Has de ser tú y luchar contra ti mismo para escribir lo que realmente sientes. Algunos piensan que es un trabajo de vagos, todo el día en casa dándole al lápiz o las teclas. Rezo a Dios para que mueran. Es complicado, te arde la cabeza y no puedes continuar, pero lo haces porque quieres creer en lo que haces, aunque casi nunca lo consigas. 
Más de un año y medio, y te la lees de un tirón en menos de tres horas. Pero no importa, no importa en absoluto. Me siento orgulloso del trabajo y del esfuerzo empeñados. Ahora la están corrigiendo, y tengo todo menos nervios de acero. No sé nada, ni siquiera cómo gesticular. Ardo en ansiedad, necesito saber qué le parece a la gente mi obra. Me da igual lo que digan; pueden insultarme, pueden pegarme, pueden incluso destrozarme la cara a patadas, pero no pueden mentirme. Eso sí que es cruel. 
La persona que me ayuda con la novela es importante para mí, es toda una capitana. Generosa y personal. Es profesora, es diferente, es de ''la quinta de Kurt Cobain''; y podemos entendernos, incluso llevarnos bien. Gracias donde quiera que estés.

Os dejo una párrafo del séptimo capítulo de Maldita Libertad, disfrutadlo o ignoradlo.

''Pero todo acabó demasiado pronto, acabó aquella tarde de otoño que no debería haber acabado. Papá no consumía, pero sí tenía en aquella casa rural una pequeña cocina donde guisaba, entre otros platos, estupefacientes poco o nada lícitos. Un narcotraficante, un hombre sin moral… aquel ser era mi padre. Tuvo problemas con aquellos hombres de color de dos villas más al sur; se negaba a comerciar con ellos. Él decía que era un hombre honrado, y que por eso no comerciaba con negros. Menudo gilipollas mi padre, que en paz descanse.''