lunes, 3 de noviembre de 2014

LEJOS DE AQUÍ

Mi cuerpo con los pies sobre esta tierra, mi alma a catorce mil kilómetros de distancia. Ahí es donde realmente quisiera estar, alejado de tanta rutina, alejado de tanto problema, alejado de esta desquiciante sociedad desquiciada. Largarme lejos de aquí, ver todo desde otra perspectiva; observar para comprender, comprender para reparar. Eso es lo que necesito, lo que realmente necesitan decenas y cientos y miles de personas. Pero no se puede.
Despierto sin ropa tumbado en mi cama, desazonado por una terrible resaca y me pregunto ''¿por qué?''. ¿Por qué no desaparecer? ¿Por qué no largarse y esconderse de tanto problema? Porque eso es lo que haría un cobarde. Conozco a cientos de cobardes y no quisiera verme reflejado en el espejo y sentirme como uno de ellos. Debes solucionarlo, enfrentarte a ello. Si no tus diablos te estarán persiguiendo eternamente; no físicamente, pero sí en tu conciencia. La conciencia nunca descansa; es estricta, pero también justa: si no estás de acuerdo con ella, te llevará al tormento.
Somos unos hipócritas. Sí, todos y cada uno de nosotros... porque nos fascina nuestra conciencia cuando concordamos con ella y nos repugna cuando la desobedecemos. 
Los problemas son un cáncer que debemos extirpar. Me gustaría marcharme lejos de aquí. No para esconderme de ellos, sino para calmarme, para comprender; ver las cosas desde otro punto de vista para volver y ser capaz de arreglarlas. Pero no puedo, estoy encadenado a la responsabilidad. Una vez escuché una verso que decía ''La vida es bella, habrá que encontrar el lugar''. Toda una gilipollez; una gilipollez hermosa, eso sí. El caso es que no puedes marcharte, no puedes dejarlo todo... No has de encontrar el lugar donde ser feliz, has de crearlo.

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